Un
día más sin ti
Las hojas de la
arboleda, se estremecen suavemente al compás del viento de oriente, que susurra la tristeza del día; las nubes
sombrías esconden los primeros rayos de sol, que alcanza a palpar las cumbres
más altas de la morfología agreste. La neblina perpetua se asienta sobre la cornisa
de los edificios centrales de esta ciudad variopinta de olor fresco casi
irreconocible en el olfato humano, por la complejidad de aromas que se hace
cada vez más densa. A lo lejos en medio de este laberinto de cemento uniforme,
se observa un cielo azul claro que escapa a la vista humana.
En este amanecer
divergente, donde todo puede ocurrir, mi esperanza está en encontrarte; sé que
eres mi ilusión que nunca he presenciado; mi pensamiento lleno de ideas que
desvarían a cada paso que emprendo. Y raras veces observo un espejismo de tu
silueta, que se me avista cada cierto tiempo; como ajena a mis pupilas y me
ilusionó con el susurro indiscreto de tus labios, que pronuncien suavemente mi
destino.
Emprendo mi camino
y las primeras gotas de lluvia caen con desenfreno; miro al cielo gris
irreprochable, triste y solo. La interrogante que viene a mi desolada mente es
si algún día te encontraré, en medio de está selva de personas.
Siento la primera
gota que cae y se desliza apaciblemente en mi mejilla ¡es fresca!
como una acaricia sutil de consuelo, que se desvanece con el tiempo. Avanzo
poco a poco; observo como se empapa el asfalto, por dónde caminé tantas veces
esperando encontrarte. Una sonrisa sutil sale de mis labios, reacción producida
por la sinapsis de mis neuronas, que se conjugan con mis deseos.
El tiempo es
efímero a mis anhelos; doy pasos estrechos, que me llevan a un verdel desolado
y eterno. Las hojas esparcidas por el otoño son alfombra para mis pies; y el
crujir de la maleza que piso me recuerda lo hermoso de aquel campo; y mis pies
profanos continúan su camino. En ocasiones soy osado y pienso, que ese fue y
será mi destino, sólo aferrado a un sueño.
Me encuentro mojado
con mis sueños y de la lluvia, que no tiene término; que no sabe de mi
nostalgia. Deseo que termine este anhelo, como el último aliento de un difunto;
suplico incesante en mi mente, el término de este día que me parece una
eternidad. Sé que es apresurado e irracional desear tanto bien en un día de
otoño, pero eso es lo que me empuja mis deseos.
A la distancia se
observa varias sombras que miran extrañadas mí andar; les miro y entiendo, que
soy un fantasma que divaga sobre esta tierra. No sé, si recuerden mis pasos
profanos, pero me alejo de esas sombras que me sojuzgan y me hieren, son como
espadas afiladas que penetran a mi corazón. Los latidos se me acelera y la
adrenalina consume mi cuerpo, deseo con ansias locas encontrarte sin mirar lo
que dejo.
La lluvia no cesa y
las gotas son cada vez más relentes, pero continúo caminando lento. El atuendo
que me cubre cada vez se hace más pesado; y observo a mí alrededor, como cada
gota es salpicada por el otoño y se confunde con la primavera, para producir
los primeros pétalos de vida. Me pregunto si tanta hermosura pueda resistir mis
pupilas; sé que soy un mortal indigno al pedir más de la cuenta.
Mi mirada se queda
perdida en el tiempo y mis remembranzas aparecen fugaces en mi mente, como
queriendo escapar de su encierro, son maretazos de recuerdos en donde no estas.
Sé, que no te encontrare por que eres mi presente y mi futuro.
Mi vida ¿Qué es mi
vida? Existe esa palabra para nosotros, o es simple algoritmo para tener
control de lo que hacemos. Mi vida es vacía, una lámina de blanco y negro que
circula por este mundo incierto.
Miro al frente; el
sendero es angosto y frágil rodeado por helechos y pinos que reflejan mi
desvarió e irracionalidad, por caminar sin destino establecido. Sé que desvarió
y me hundo en mis recuerdos; también sé, que es lo único que me queda. Todo
tiempo, no fue bueno conmigo se ensaño desde mi primera caída, que fue de
sufrimiento. No sé, pero me turbo y me lamento; encierro mi vida en una esfera
para encontrar la raíz de mi mal, pero no lo encuentro.
De ves en cuando
recurro a la fantasía para ver días buenos y agradables; pero sé que son
efímeros, que aparecen como un haz de luz y desaparecen causando añoranza de lo
que pudo ser. Ahora sólo pienso en mi felicidad estrecha, eso es lo único que
puedo pensar.
Continuo este
camino eternal que me confina, con la esperanza que encontraré mi destino. Las
pocas lágrimas que subsisten de este lamento brotan, como cristales en el alba,
esperando reflejar un haz de luz. Pero me pregunto, si valió la pena la espera.
La inercia de mis
pasos continúa deambulando en este trance estacional. Sé que
me alejo, lo siento, pero es esté el camino que escogí. Las penumbras prevalecen;
no logro calmar el sosiego de mi alma; mis pasos son lentos, como procesión
hacia un velorio.
A lo lejos observo
una silueta definida, que cruza la acera fría, su andar es seguro; sus brazos
fluyen como olas de mar en calma; el
espacio del encuentro se acorta. Hay algo en esa figura que estremece mi cuerpo
y dilata mis pupilas; la sensación que me produce no logro definirlo y me pregunto si es miedo a
lo desconocido; como describir a lo que mis conos y bastones estaban
visualizando, a lo que mi cornea define como perfecto.
Los latidos de mi
corazón se incrementan intempestivamente y mi piel se humedece a baja
temperatura; sé que nunca había experimentado está sensación que interrumpe el
transito de mi vida; y alienta a interiorizar la confluencia de ideas que
esconden mi mente.
Logro visualizar su
aproximación, el latido de mi corazón se paraliza y mi aliento se suspende en
fracción de segundos, el tiempo abre una brecha lenta en el tic tac del reloj
de la catedral roída por el pasar de los años. Figura que acompaña mi soledad
por largo tiempo.
La brisa fresca gráfica y describe unos cabellos negros de largos sueños, aroma ha jazmines en primavera; una tes latina sutilmente esculpida por el pasar de su mocedad; y sus
ojos marrones grandes e intensos reflejan dicha y plenitud.
Mi mente desvaría y
mis fosas nasales inspiran profundamente el aroma que peregrina en el
transcurso de mi vida. Es un aroma tranquilo a campo verde, que puedo
conceptuarlo; como paz después de una odisea. Efecto producido por contemplar
la perfección de la creación, no existe frases o poemas que describan en su
máxima intensidad lo complejo del deseo de mi mente y los secretos de mi
corazón.
Suplico incesante
en mi mente que su mirada se plasme con la mía; que sienta el latido de mi
corazón, que deslice suavemente su cabello al viento; que en el prologo de la
historia este escrito nuestro encuentro. ¿Qué hago? ¿Cómo entablo una
conversación?... son preguntas que giran en mi mente, si nunca me encontré en
este dilema. Todos los libros y el manantial de sabiduría que adquieres en la
vida no te preparan para este momento.
No puedo dejar de
pensar, que toda mi felicidad este pasando al frente de mis ojos y no poder
hacer nada, mis labios no encuentran palabras que explique el momento; mi
corazón se ahoga en la fuente del amor sin salvavidas.
Pasa por mi
costado, su aroma es un manantial virgen inexplorado. Mi horizonte se pierde en
mi desvarió de querer ahogar mis sentimientos. La vida es amarga para mi
destino, ni las coplas de Neruda comprenden el vacío que uno puede encontrar en
el corazón, a veces sueño con la Metamorfosis de Kafka, para salir de esta
realidad que me consume. Se aleja, sólo atino a cerrar mis ojos y a morir en
vida.
Si el amor es
azufre me consuelo con esperar la muerte, y si es piedra de desierto moriré de
sed, mi consuelo no existe, mi victoria es ajena y mi esperanza es lejana. Soy
mortal desamparado sobre la tierra y no quedará huella de mí sobre la faz,
lloro amargamente mi destino, como niño sin consuelo; mis lágrimas llegan al
mar de la soledad y mis sueños al olimpo del olvido.
Las sombras son mis
únicas compañeras en mi travesía, soy naufrago en el horizonte del alba. En
ocasiones me río irónicamente a grades voces de mi vida y me mofo de lo que
hice y lo que deje de hacer. No espero consuelo, mucho menos lastima de mis
adversarios.
En esté torbellino
de pensamientos volados, el tiempo se me acorta; la vida se me escapa y a quién
le interesa. Las personas transitan, como zombis inertes es sus ideologías;
aisladas en sus ideas de un futuro incierto. Las furgonetas transitan haciendo
crujir las hojas de otoño que caen prestos de los árboles a la acera vieja de
la calle.
Escucho a lo lejos
el llanto de los pichones por sus padres; a un perro viejo que ahoga su ladrido
por el esfuerzo de sus cuerdas vocales. Y escucho el golpe mudo de una
furgoneta y el chillido de unas ruedas que se deslizan por la acera.
Las miradas
perecederas giran por el estruendo y corren curiosas hacia la furgoneta azul
detenida en la acera. Un hombre gordo; en mala facha se desliza por la puerta
del copiloto del coche, observa indolente el panorama y se agarra la cabeza;
trastabilla al acercase al hecho, una noche de desvelo y algunas copas de vino
en una taberna de mala muerte se refleja en su rostro.
A lo lejos se
escucha el bullicio de unas sirenas que se acercan presurosas. Algunos medios
de comunicación informan el hecho, hombre en estado de ebriedad atropello a
transeúnte; una estadística o un número más dentro de las personas que mueren o
dejan de estar presentes en está vida. Y pensar que tenía muchos planes en mi
niñez.
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