jueves, 7 de junio de 2012

UN DÍA MÁS SIN TI


Un día más sin ti

Las hojas de la arboleda, se estremecen suavemente al compás del viento de oriente, que  susurra la tristeza del día; las nubes sombrías esconden los primeros rayos de sol, que alcanza a palpar las cumbres más altas de la morfología agreste. La neblina perpetua se asienta sobre la cornisa de los edificios centrales de esta ciudad variopinta de olor fresco casi irreconocible en el olfato humano, por la complejidad de aromas que se hace cada vez más densa. A lo lejos en medio de este laberinto de cemento uniforme, se observa un cielo azul claro que escapa a la vista humana.

En este amanecer divergente, donde todo puede ocurrir, mi esperanza está en encontrarte; sé que eres mi ilusión que nunca he presenciado; mi pensamiento lleno de ideas que desvarían a cada paso que emprendo. Y raras veces observo un espejismo de tu silueta, que se me avista cada cierto tiempo; como ajena a mis pupilas y me ilusionó con el susurro indiscreto de tus labios, que pronuncien suavemente mi destino.

Emprendo mi camino y las primeras gotas de lluvia caen con desenfreno; miro al cielo gris irreprochable, triste y solo. La interrogante que viene a mi desolada mente es si algún día te encontraré, en medio de está selva de personas.

Siento la primera gota que cae y se desliza apaciblemente en mi mejilla ¡es fresca! como una acaricia sutil de consuelo, que se desvanece con el tiempo. Avanzo poco a poco; observo como se empapa el asfalto, por dónde caminé tantas veces esperando encontrarte. Una sonrisa sutil sale de mis labios, reacción producida por la sinapsis de mis neuronas, que se conjugan con mis deseos.

El tiempo es efímero a mis anhelos; doy pasos estrechos, que me llevan a un verdel desolado y eterno. Las hojas esparcidas por el otoño son alfombra para mis pies; y el crujir de la maleza que piso me recuerda lo hermoso de aquel campo; y mis pies profanos continúan su camino. En ocasiones soy osado y pienso, que ese fue y será mi destino, sólo aferrado a un sueño.

Me encuentro mojado con mis sueños y de la lluvia, que no tiene término; que no sabe de mi nostalgia. Deseo que termine este anhelo, como el último aliento de un difunto; suplico incesante en mi mente, el término de este día que me parece una eternidad. Sé que es apresurado e irracional desear tanto bien en un día de otoño, pero eso es lo que me empuja mis deseos.

A la distancia se observa varias sombras que miran extrañadas mí andar; les miro y entiendo, que soy un fantasma que divaga sobre esta tierra. No sé, si recuerden mis pasos profanos, pero me alejo de esas sombras que me sojuzgan y me hieren, son como espadas afiladas que penetran a mi corazón. Los latidos se me acelera y la adrenalina consume mi cuerpo, deseo con ansias locas encontrarte sin mirar lo que dejo.

La lluvia no cesa y las gotas son cada vez más relentes, pero continúo caminando lento. El atuendo que me cubre cada vez se hace más pesado; y observo a mí alrededor, como cada gota es salpicada por el otoño y se confunde con la primavera, para producir los primeros pétalos de vida. Me pregunto si tanta hermosura pueda resistir mis pupilas; sé que soy un mortal indigno al pedir más de la cuenta.

Mi mirada se queda perdida en el tiempo y mis remembranzas aparecen fugaces en mi mente, como queriendo escapar de su encierro, son maretazos de recuerdos en donde no estas. Sé, que no te encontrare por que eres mi presente y mi futuro.

Mi vida ¿Qué es mi vida? Existe esa palabra para nosotros, o es simple algoritmo para tener control de lo que hacemos. Mi vida es vacía, una lámina de blanco y negro que circula por este mundo incierto.

Miro al frente; el sendero es angosto y frágil rodeado por helechos y pinos que reflejan mi desvarió e irracionalidad, por caminar sin destino establecido. Sé que desvarió y me hundo en mis recuerdos; también sé, que es lo único que me queda. Todo tiempo, no fue bueno conmigo se ensaño desde mi primera caída, que fue de sufrimiento. No sé, pero me turbo y me lamento; encierro mi vida en una esfera para encontrar la raíz de mi mal, pero no lo encuentro.

De ves en cuando recurro a la fantasía para ver días buenos y agradables; pero sé que son efímeros, que aparecen como un haz de luz y desaparecen causando añoranza de lo que pudo ser. Ahora sólo pienso en mi felicidad estrecha, eso es lo único que puedo pensar.

Continuo este camino eternal que me confina, con la esperanza que encontraré mi destino. Las pocas lágrimas que subsisten de este lamento brotan, como cristales en el alba, esperando reflejar un haz de luz. Pero me pregunto, si valió la pena la espera.

La inercia de mis pasos continúa deambulando en este trance estacional. Sé que me alejo, lo siento, pero es esté el camino que escogí. Las penumbras prevalecen; no logro calmar el sosiego de mi alma; mis pasos son lentos, como procesión hacia un velorio.

A lo lejos observo una silueta definida, que cruza la acera fría, su andar es seguro; sus brazos fluyen como olas de  mar en calma; el espacio del encuentro se acorta. Hay algo en esa figura que estremece mi cuerpo y dilata mis pupilas; la sensación que me produce no  logro definirlo y me pregunto si es miedo a lo desconocido; como describir a lo que mis conos y bastones estaban visualizando, a lo que mi cornea define como perfecto.

Los latidos de mi corazón se incrementan intempestivamente y mi piel se humedece a baja temperatura; sé que nunca había experimentado está sensación que interrumpe el transito de mi vida; y alienta a interiorizar la confluencia de ideas que esconden mi mente.

Logro visualizar su aproximación, el latido de mi corazón se paraliza y mi aliento se suspende en fracción de segundos, el tiempo abre una brecha lenta en el tic tac del reloj de la catedral roída por el pasar de los años. Figura que acompaña mi soledad por largo tiempo.

La brisa fresca gráfica y describe unos cabellos negros de largos sueños, aroma ha jazmines en primavera; una tes latina sutilmente esculpida por el pasar de su mocedad; y sus ojos marrones grandes e intensos reflejan dicha y plenitud.

Mi mente desvaría y mis fosas nasales inspiran profundamente el aroma que peregrina en el transcurso de mi vida. Es un aroma tranquilo a campo verde, que puedo conceptuarlo; como paz después de una odisea. Efecto producido por contemplar la perfección de la creación, no existe frases o poemas que describan en su máxima intensidad lo complejo del deseo de mi mente y los secretos de mi corazón.

Suplico incesante en mi mente que su mirada se plasme con la mía; que sienta el latido de mi corazón, que deslice suavemente su cabello al viento; que en el prologo de la historia este escrito nuestro encuentro. ¿Qué hago? ¿Cómo entablo una conversación?... son preguntas que giran en mi mente, si nunca me encontré en este dilema. Todos los libros y el manantial de sabiduría que adquieres en la vida no te preparan para este momento.

No puedo dejar de pensar, que toda mi felicidad este pasando al frente de mis ojos y no poder hacer nada, mis labios no encuentran palabras que explique el momento; mi corazón se ahoga en la fuente del amor sin salvavidas.

Pasa por mi costado, su aroma es un manantial virgen inexplorado. Mi horizonte se pierde en mi desvarió de querer ahogar mis sentimientos. La vida es amarga para mi destino, ni las coplas de Neruda comprenden el vacío que uno puede encontrar en el corazón, a veces sueño con la Metamorfosis de Kafka, para salir de esta realidad que me consume. Se aleja, sólo atino a cerrar mis ojos y a morir en vida.

Si el amor es azufre me consuelo con esperar la muerte, y si es piedra de desierto moriré de sed, mi consuelo no existe, mi victoria es ajena y mi esperanza es lejana. Soy mortal desamparado sobre la tierra y no quedará huella de mí sobre la faz, lloro amargamente mi destino, como niño sin consuelo; mis lágrimas llegan al mar de la soledad y mis sueños al olimpo del olvido.

Las sombras son mis únicas compañeras en mi travesía, soy naufrago en el horizonte del alba. En ocasiones me río irónicamente a grades voces de mi vida y me mofo de lo que hice y lo que deje de hacer. No espero consuelo, mucho menos lastima de mis adversarios.

En esté torbellino de pensamientos volados, el tiempo se me acorta; la vida se me escapa y a quién le interesa. Las personas transitan, como zombis inertes es sus ideologías; aisladas en sus ideas de un futuro incierto. Las furgonetas transitan haciendo crujir las hojas de otoño que caen prestos de los árboles a la acera vieja de la calle.

Escucho a lo lejos el llanto de los pichones por sus padres; a un perro viejo que ahoga su ladrido por el esfuerzo de sus cuerdas vocales. Y escucho el golpe mudo de una furgoneta y el chillido de unas ruedas que se deslizan por la acera.

Las miradas perecederas giran por el estruendo y corren curiosas hacia la furgoneta azul detenida en la acera. Un hombre gordo; en mala facha se desliza por la puerta del copiloto del coche, observa indolente el panorama y se agarra la cabeza; trastabilla al acercase al hecho, una noche de desvelo y algunas copas de vino en una taberna de mala muerte se refleja en su rostro.

A lo lejos se escucha el bullicio de unas sirenas que se acercan presurosas. Algunos medios de comunicación informan el hecho, hombre en estado de ebriedad atropello a transeúnte; una estadística o un número más dentro de las personas que mueren o dejan de estar presentes en está vida. Y pensar que tenía muchos planes en mi niñez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario